Gara
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El ritmo de la belleza
Al final de las dos horas de concierto se había asistido a una de las actuaciones más impecables de los últimos años, de él y de los guiris. El protagonista viste de negro, dialoga con timidez rota por unos acordes de fondo. Un tipo que va camino de ser un clásico imprescindible. En realidad ya lo es, pero es demasiado joven como para colocarle ya semejante losa. Ha otorgado tres bises y no hay un cuarto porque el tiempo tiene prisa y las luces han roto la intimidad de un teatro casi repleto. Cabe preguntase si no se hubiese pedido un quinto y un sexto. ¡Dios mío, y sin barra!
En Arriaga los silencios duelen y si a esto se le añade la teórica timidez del artista, además de la elasticidad plástica de sus canciones, el concierto tenía su riesgo. Todavía más cuando la metálica voz de Ordorika comienza con cuatro canciones de ''Kantuok jartzen ditut'': ''Haize goxoarena'', ''Iratzarri'', ''Zaindu maite duzun hori'' y ''Mila legoa''. El artista debe comprender que no es cuestión de retorcer en exceso la cultura o la capacidad de asimilación del oyente, así que desacelera con ''Bihotz begiekin'' y ''Martin Larralde''. Ha conseguido que el alambique una pasado y presente, la química recorre tubos, asientos y corazones.
Tras un tramo con acústica, arranca ''Ene Begiek'', quizá lo más rockero que ha escrito. Del virtuosismo de Dani Pérez se pasa al tono rockero de Antoñana, un pelos largos que disfruta con esos sonidos sacados de la California ácida.
Ruper busca refugio entre el mástil de la guitarra. No es que necesite mirar los trastes, es sólo el gesto de intimidad y concentración de un músico absorto en lo que hace. Aborda más canciones de su último disco. Bises... y la sensación de haber asistido a uno de los conciertos más sólidos y equilibrados de los últimos años. Un acto de extrema belleza interpretado por un chico electro-acústico de anchas patillas, voz en off y una banda perfecta. Sublime. -
Pablo Cabeza